Hace un par de semanas, durante la entrega de trabajos finales,
mientras terminaba mi presentación para el Pre jurado, una amiga que
estaba en otra mesa luchando contra el reloj para terminar un trabajo de
geometría, soltó un comentario al aire después de colgar el teléfono
celular: “No estén con nadie mientras estén estudiando, es lo peor que
pueden hacer.” Yo respondí bromeando: “¿Entonces?, amores de verano
nomás.” Ella asintió riendo, pero yo me quedé pensando. Por una extraña
razón, las relaciones sentimentales a nuestra edad suelen terminar en un
dilema: “Ya no la/lo aguanto, pero no puedo vivir sin ella/él”. Esa
persona que solía hacer que todas las preocupaciones se desvanezcan con
tan sólo una sonrisa, ella misma termina convirtiéndose en “LA
preocupación”, y quien acostumbraba alegrarte el día, termina siendo la
razón de tus más amargas lágrimas. “Así es el amor”, concluyen algunos,
“¿Por qué es tan cruel el amor?”, se pregunta Arjona, “Aún no entendemos
cómo funciona el amor”, diría yo.
¿Cuál fue el criterio
que usaste para escoger a tu última pareja? Cuando nos sentimos atraídos
por alguien, lo único que deseamos es estar con esa persona. ¿Por qué?
Porque es divertida, porque es muy atractiva, porque me encantan sus
besos, porque me siento seguro en sus brazos, porque me gusta tomar su
mano, o porque simplemente su presencia me hace sentir bien. Hay muchos
“por qué”, pero tal vez la pregunta crucial sería: ¿Para qué? ¿Para qué
estar con alguien? Esta pregunta puede rondar tu cabeza por un buen
rato, y probablemente no halles la respuesta. Si hoy en día te gusta
alguien o ya tienes pareja, probablemente tienes muchas razones, pero
pocos motivos. Los jóvenes desconocen el propósito de las relaciones
sentimentales, por eso terminan siendo víctimas de ellas.
Me
atrevo a asegurar que ni el sentirte a gusto con alguien, ni estar de
la mano, ni los abrazos, ni los besos, ni los toqueteos, ni el sexo,
pueden hacer que una relación sea beneficiosa para ambas personas, si
esta relación no tiene un propósito claro. Al final esas maripositas que
revoloteaban por el estómago pueden terminar convirtiéndose en náuseas,
y la relación termina siendo una carga más que en un beneficio. De nada
sirve estar en un avión de primera clase si ese avión vuela sin rumbo
fijo. El combustible tarde o temprano se acabará, y ese lindo viaje sin
rumbo terminará en una tragedia. Ahora pues, para conocer el propósito
de las relaciones sentimentales, acudamos a Aquél quien las diseñó:
"Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él." (Génesis 2:18)
Es
interesante lo que dice Dios momentos previos a la creación de la
mujer. “No es bueno que el hombre esté solo”, suena a: “Pobre, está
solito, necesita compañía” Así se sienten muchos jóvenes hoy en día,
pero ese no era el enfoque de Dios para la relación sentimental. Uno no
debe estar con alguien sólo por el hecho de “estar con alguien”. En la
segunda parte del verso, Dios aclara su propósito: “Le haré ayuda
idónea”. Dios NO dice: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré
compañía”. Usa la palabra AYUDA. Cuando alguien dice: “Necesito ayuda”,
nadie le preguntaría “¿Por qué?”, sino “¿Para qué?”. Entonces, ¿Para qué
necesitaba ayuda el hombre? Para cumplir su propósito, para alcanzar
una meta. No entraremos en detalles, pero un capítulo anterior, Dios le
muestra al hombre su propósito, entre otros detalles, administrar con
excelencia todo lo que Dios le había dado. El hombre tenía una misión,
algo claro a dónde dirigirse, y para eso Dios le dio a la mujer, para
que ella complete lo que le faltaba a él, y juntos poder alcanzar una
meta en común.
Antes de escoger a tu próxima pareja,
piensa en lo siguiente: ¿A dónde me dirijo? ¿Qué metas tengo? ¿Cuál es
mi propósito en esta vida? Una vez que tengas esas respuestas,
reflexiona: ¿Esa persona tiene las características necesarias para
ayudarme a alcanzar mi propósito? ¿Será una ayuda idónea para realizarme
o será un tropiezo? ¿Tenemos metas en común? Alguien que no tiene claro
su propósito en la vida, probablemente se equivoque varias veces al
momento de escoger a su pareja, y su vida sentimental estará llena de
frustraciones y heridas. No hay mejor fuente para conocer tu propósito
que tu creador: Dios. Él se manifestó a través de Jesús para darnos a
conocer nuestro propósito, por eso todo aquél que lo busca también se
encuentra a sí mismo. Una vez que tengas claro tu propósito, sabrás cómo
debe ser la persona que te acompañe en este camino, y tu próxima
historia de amor no terminará contigo borracho/a por despecho entonando
una canción del grupo 5.
Finalmente, ¿Vale la pena
enamorarse? Podríamos recurrir a un ejemplo usado anteriormente; ¿Vale
la pena viajar en un avión de primera clase? Por más tentador que sea,
si no tiene rumbo fijo, NO. Pero si tienes claro a dónde se dirige ese
vuelo, podrás disfrutar del maravilloso viaje que es el amor, el amor
con propósito.
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