lunes, 13 de febrero de 2012

¿Qué planes para el 14?


ADVERTENCIA: Este artículo no contiene ninguna lección de vida; no tiene un fin mayor que el entretenimiento :)


   Bueno, teniendo en cuenta que el Perú es el segundo país latinoamericano donde más se celebra el día de San Valentín (87.9% de la población), estuve pensando en algo interesante que escribir por estas fechas románticas. Recibí en mi página de facebook sugerencias de temas como “el físico es lo de menos” (gracias Shrek), “el amor a la distancia” (gracias Rapunzel; aunque un ascensor te solucionaría el problema),me muero por ella (lo sabemos Romeo), “todas están locas” (gracias amigo despechado –estoy de acuerdo contigo-), “soltera y feliz” (sana, sana, colita de rana…), entre otras. Gracias por sus ideas, las tomé en cuenta, pero para aligerar la ansiedad que traen estas fechas decidí escribir algo un poco más fresco. En este artículo le daré una pequeña ayuda a todos aquellos que aún no tienen planes para el 14 por no haber aprovechado las oportunidades. ¡Espero haber llegado a tiempo!

   Sea por teléfono, facebook, skype, msn(para los que aún lo usan), o cualquier otro tipo de medio de comunicación social, desde hace una semana hay una pregunta que de alguna u otra forma no falta en las conversaciones: “¿Qué planes para el 14?” Bueno, dependiendo de quién venga, deberías tener en cuenta que esta pregunta puede tener un mensaje implícito. ¿Cómo saber si es el caso? Hoy analizaremos algunas variables de esta pregunta, y también algunas posibles respuestas con sus respectivas interpretaciones.

¿Qué planes para el 14?
Bueno, esta es una pregunta muy ambigua. Puede ser que sólo pregunte por cortesía o porque es un tema de conversación que está de moda por estas fechas. Pero no te desanimes, la posibilidad de que quiera salir contigo no está descartada.


¿Ya tienes planes para el 14?
Esta pregunta ya puede darte alguna esperanza. Ese “ya” probablemente significa: ¿Aún estoy a tiempo o alguien YA se me adelantó? Sonríe, es una buena señal.


¿Harás algo el 14?
Ya puedes ir alistándote; sin duda quiere salir contigo. Es una pregunta tonta, pero la intención es obvia. Esta es una manera muy cautelosa de preguntar: ¿Quieres hacer algo conmigo? Pero sin correr el riesgo de ser choteado. ¡Ya lo sabes!


Aún no tengo planes para el 14, ¿y tú?
¡Se te está mandando con todo! Ese “aún” significa que quiere tener planes, y ese “¿y tú?” significa que quiere que esos planes sean contigo. En este caso ya no cabe duda. ¡Reacciona!


    En el caso de que no te pregunte nada, hay dos posibilidades: No le interesa salir contigo o se muere por salir contigo pero tiene miedo y está esperando a que tú le preguntes (este temor al rechazo, si no fue causado por sus padres en su infancia, probablemente fue causado por ti). Ahí te toca correr el riesgo de preguntarle tú o en todo caso buscar otras opciones si no quieres quedarte en tu casa viendo “Diario de una pasión” o escuchando “entre la arena y la luna” en Ritmo Romántica.

   Por otro lado, también hay algunas interesantes respuestas que quizá te ayude tener en cuenta sus mensajes implícitos.

Sí, ya tengo planes.
Tal vez sea cierto, o tal vez no, pero lo que te puede quedar claro es que no tiene ni el más mínimo interés de salir contigo. ¡Hasta la vista baby!


Me han dicho para hacer esto, pero aún no estoy segura.
Te está diciendo que aún le puedes hacer cambiar de opinión. ¡Apúrate! Cuando alguien quiere chotearte, no te deja una posibilidad abierta. Si te dice que aún no está segura, es que está esperando que le propongas algo mejor. ¿Y qué mejor que salir contigo? ¡No seas lento!


Aún no tengo planes.
¡Gol! Si no quisiera salir contigo, aunque sea se inventaría algo para chotearte. Si sólo te dice que aún no tiene planes, qué puedo decirte… ¡Tú mismo eres!


   Así que ya lo sabes, si quieres salir con esa persona especial este 14 de Febrero, ten en cuenta estos tips. Si al final no logras hacer un plan con ella, no te preocupes, no serás la única persona soltera en San Valentín. Estoy seguro que puedes pasarla muy bien con algún grupo de amigos o amigas a quienes tampoco les funcionó el plan.

   En fin, espero que de algo te haya servido este artículo lleno de sabiduría; y si no te ligó el plan, te cuento un secreto: A mí tampoco :)

   ¡Feliz San Valentín!


***

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miércoles, 8 de febrero de 2012

La máscara más cara


   Hace poco salí con un grupo de amigos y cuando estábamos camino a nuestras casas decidimos parar a comer algo. Terminamos pidiendo sanguchón para llevar y nos fuimos a comer a la casa de uno de ellos. Mientras comíamos y conversábamos, pasada la medianoche era inevitable terminar tocando el tema de los sentimientos. A todos les pasa: cuando alguien del grupo tiene algún conflicto de pareja, todos los demás se vuelven sabios y consejeros, diestros en la materia, gurús del amor. Así que no perdimos la oportunidad de bombardear a este amigo con consejos y así tratar de darle un sentido a todas nuestras derrotas pasadas y actuales (es que cuando alguien más aprende de tantas estupideces que nosotros hemos hecho,  y no comete los mismos errores, sentimos una especie de consuelo al pensar que al menos de algo sirvió). El punto es que cuando llegamos a identificar el centro del problema, me di cuenta que ya tenía el tema del siguiente post para mi blog: Las máscaras en el amor.

   Hablando específicamente de las relaciones sentimentales, todos nos esforzamos por agradar a la persona que queremos. Es admirable que uno se esfuerce por ser mejor, que sea consciente de sus errores y defectos y trabaje en ellos para corregirlos. El crecer como persona es un proceso de equivocaciones, pero el problema nace cuando no permitimos que la persona que queremos nos acompañe en ese proceso por temor a perderla. Eso se convierte en una máscara que probablemente termine echando a perder la relación.

   Reflexionar acerca de esto me hizo pensar en una conocida obra de drama: El fantasma de la Ópera. En esta historia el supuesto fantasma era un hombre llamado Erik, que se escondía tras una máscara por vergüenza a mostrar su rostro deforme. Erik era un genio musical y estaba enamorado de una hermosa chica, Christine. Él se presentó a ella como su ángel de la música, y ella estaba fascinada con esa mágica personalidad. Pasaron muchas aventuras juntos, sin embargo Erik nunca le mostraba su rostro a la bella joven. Todo era perfecto, pero irreal. Por otro lado estaba el Vizconde Raoul, quien también amaba a Christine. Él era una persona celosa, conflictiva e insegura, y más de una vez hirió a Christine con sus actos y palabras, pero era sincero. Mientras Christine vivía una hermosa fantasía con Erik, su corazón se enamoraba de Raoul. Erik se dio cuenta del romance que había entre Christine y Raoul, y decidió, por petición de ella, al fin quitarse la máscara y mostrarle su verdadero rostro. Para ella fue un shock la primera impresión, pero luego regresó a Erik y lo besó por primera y última vez. Él se sintió amado por vez primera, y aunque parecía ilógico, sólo logró sentirse así cuando se quitó la máscara. Pero ya era demasiado tarde, Erik había perdido mucho tiempo ocultando su rostro mientras Christine se enamoraba de otro hombre. Christine estaba desilusionada de Erik, no por su rostro deforme, sino por todas las atrocidades que él había hecho para mantener su romántica farsa. Y fue así que ella se alejó de él y no volvieron a verse nunca más. Moraleja: la sinceridad amarga es mejor que la actuación bien intencionada.

   Así como Erik, muchos tratan de acercarse a la persona que quieren con una máscara. Y es verdad que puede funcionar por algún tiempo, pero no para siempre. He llegado a la conclusión de que hay dos razones por las cuales una persona oculta algo de sí misma:  

1. Porque cree o sabe que ese algo es un defecto. 

2. Porque cree o sabe que a su ser amado no le agrada ese algo, así no sea un defecto.          
   
   Sea cual sea el caso, usar una máscara es un error. 

  Si es el caso número 1, puedo afirmar que todos preferimos un humano imperfecto a quien amar, antes que un fantasma perfecto pero irreal. Si tú quieres a esa persona a pesar de sus defectos, ¿acaso ella no debería hacer lo mismo? No digo que uno debe estar orgulloso de sus defectos y decir con el pecho erguido: “así soy yo pues; si me quieres, bien; sino mala suerte.” ¡No! Esa no es la actitud correcta. Uno debe mostrarse tal cual es, con defectos y errores, pero siempre dispuesto a trabajar en corregirlos y ser mejor cada día. Si esa persona te quiere de verdad, será paciente y te acompañará en el proceso de corregir tus errores, pero tú debes darle la oportunidad de hacerlo quitándote la máscara. Eso traerá mayor unión y confianza, y fortalecerá la relación si se hace a tiempo. Lo maravilloso del amor en pareja es crecer juntos.     

   Si es el caso número 2, con más razón uno debe mostrarse tal cual, porque no se está avergonzando de un defecto, sino que se está avergonzando de sí mismo, y eso es grave. Cuando vives con una máscara, siempre vivirás en inseguridad por no saber si la otra persona te quiere de verdad, y nunca podrás disfrutar de esa relación. Es necesario que la otra persona te conozca como eres en verdad; sólo así sabrás si eres para ella o si estás perdiendo el tiempo. Muéstrate tal cual eres. Si no te quiere así, de todos modos tarde o temprano todo terminará. Mejor que sea temprano que tarde para que duela menos. Dolerá, pero serás libre de esa farsa y te darás la oportunidad de conocer y amar con libertad a alguien más que sí te quiera como eres.

   Esto me hace pensar en el amor de Dios. La Biblia enseña que cuando aún nosotros hacíamos mil y un porquerías, Jesús nos amó y entregó su vida por nosotros. Es por eso que podemos estar tan seguros del amor de Dios, porque nos amó a pesar de todo. - ver Romanos5.8 -

   Creo que la clave es primero buscar la amistad antes que el enamoramiento. La amistad sincera es la base de todo. Cuando el enamoramiento viene a consecuencia de una genuina amistad, entonces todas las máscaras desaparecen. Sólo así uno puede amar con libertad porque tiene la paz de saber que la otra persona lo conoce con sus virtudes y defectos, y aún así ha decidido amarlo. Acercarte a una persona con la intención de tener una relación sentimental sin antes desarrollar una amistad, es como querer levantar un edificio sin cimientos. Cuando se quema la etapa de la amistad, es como si se hubieran puesto cimientos débiles. Entonces el edificio caerá fácilmente hasta con un pequeño temblor. Esto es muy peligroso teniendo en cuenta que las relaciones siempre pasarán por temblores, y no pequeños.  

   Si has estado viviendo con una máscara para conquistar a alguien, o has estado pensando en hacerlo, es mejor que desistas ahora. Esa máscara te puede salir muy cara. Cuando el edificio esté muy alto se volverá inhabitable por los cimientos tan débiles. Entonces será imposible renovar los cimientos y la única manera será demoler el edificio. Eso sí que dolerá.

   Si te cuesta tomar la decisión de quitarte la máscara, aprende la lección del Fantasma de la Ópera: Ella prefiere un horrible rostro real, que un mágico fantasma inalcanzable.


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Cuentos sin hadas y Princesas sin corona


AVISO: Los nombres reales de las personas involucradas han sido modificados para proteger la privacidad de las mismas. (NO ES CIERTO :) )


   No sé si fueron las películas de Disney las que sembraron en mí la ridícula idea de que algún día yo llegaría a ser uno de esos príncipes que rescataban a su princesa atrapada en el castillo bajo el poder de su enemigo. Tal vez esas películas no eran más que el reflejo del deseo intrínseco que hay en todo hombre de querer ser el héroe de su amada, y del deseo de ella de querer ser rescatada. Lo cierto es que todavía puedo recordarme sentado frente al televisor de mi papá viendo cómo Aladino, habiendo dejado sus trapos sucios gracias al poder del genio, le extendía su mano derecha a la princesa Jazmín y le ofrecía un furtivo viaje por los cielos en su alfombra mágica. La princesa estaba insegura; este joven se había aparecido de pronto y había hecho una entrada triunfal pretendiendo ser el príncipe de un pueblo lejano con el propósito de llamar su atención. A pesar de su aparente riqueza, Jazmín no veía nada de especial en él, nada que lo haga digno de pasar una velada surcando los cielos junto a ella. Pero Aladino usó correctamente las dos armas más poderosas de un príncipe, la mirada firme y las palabras sinceras: “¿Confías en mí?”, le preguntó mirándola directamente a los ojos. Aquella noche fue inolvidable. Al verlos volar, podía yo mismo sentir el viento contra mi rostro, e imaginaba que era yo aquél valiente príncipe rescatando a mi amada, inocente, e indefensa princesa. Aquella melodía que entonaban me hacía suspirar (y hasta ahora no ha perdido su efecto). “Yo te quiero enseñar este mundo espléndido”, cantaba Aladino; “Un mundo ideal tan deslumbrante y nuevo”, cantaba Jazmín. Soñaba con esa canción, la tarareaba mientras dibujaba a mi musa en mis más íntimos pensamientos. Con sólo seis años de edad creía saber cuál era mi misión en esta vida: rescatar princesas.

   Era el año 2005. Yo cursaba quinto de secundaria y aún no cumplía los diecisiete. A pesar de que pertenecía al grupo de “los populares”, no me sentía como uno de ellos. Todos mis amigos cercanos ya habían tenido, por lo menos, una enamorada, y el que no, por lo menos le había dado el gusto a su labio inferior de haber rozado otro labio que no sea su labio superior. Había pasado toda mi secundaria soñando despierto con esa princesa que, desde que tengo uso de razón, se aparecía en mis más inocentes sueños. Recuerdo que en mis noches de insomnio, tomaba mi mano izquierda con mi mano derecha e imaginaba que era la mano de mi princesa. A veces me echaba boca abajo y besaba apasionadamente la almohada esperando que esa desgastada funda de Batman tome forma de mujer. Oportunidades para iniciar un romance con alguna chica, o por lo menos robarle un beso, no habían faltado (rara vez faltan); lo que había faltado en todas las chicas que había conocido era ese brillo especial que tenía Jazmín en sus ojos y ese deseo de escapar del castillo. Había decidido no relacionarme con nadie sentimentalmente si es que mi corazonada no me decía que esa sería la mujer de toda mi vida.

   Años atrás, en esa búsqueda, llegué a declararme un par de veces; ambas sin mayor éxito. Mi primera musa fue Carolina, a quien mi empedernido romanticismo y mi fidelidad incondicional le parecían insignificantes al lado de los ojos verdes de Renzo, uno de mis mejores amigos. Estuve detrás de ella (realmente detrás porque ella ni me miraba) por lo menos tres años, pero ni mis canciones ni los comentarios de sus amigas fueron tan eficaces como el  "¿Quieres estar conmigo?" de Renzo. Pero eso no me hizo renunciar a la búsqueda. Lo que aprendí es que no bastaba ser un príncipe, también había que parecerlo. Mi siguiente objetivo fue Carla. Por su carácter fue más fácil entablar una amistad y mostrarme a ella de manera más natural. Después de algún tiempo de amistad, al iniciar el año escolar del 2004, y sabiendo que a ella le gustaba otro chico, decidí declararle mi supuesto amor. De las varias veces que le expresé lo que sentía, sólo recuerdo la sentencia que hizo entrar en crisis mi creencia de que valía la pena esforzarse por ser un príncipe azul: <<eres demasiado bueno para mí>>, me dijo ella. ¿Qué significaba eso? Entre mis más positivas interpretaciones estaba la idea de que tal vez ella no se sentía digna de alguien como yo. Obviamente, eso no fue lo que ella quiso decir. Resignadamente tuve que ir procesando la idea de que las chicas lindas prefieren que su hombre llegue en un auto último modelo pagado por papi que en un bello corcel a quien él mismo tuvo que criar y adiestrar; sin duda una casaca de cuero es más sexy que un ridículo traje de príncipe, y un romántico e inocente conquistador no es tan excitante como un zorro conocedor de todas los trucos por su vasta experiencia.


   Fue por ese tiempo, cuando estaba pensando en cesar la búsqueda, casi terminando mi etapa escolar, que conocí a la chica que me enfrentó cara a cara con la realidad. Su nombre era Mily, y era dos años menor que yo. Aunque no lo percibí a primera vista, ella parecía ser la princesa que anduve buscando por tanto tiempo. Su alegría e inocencia inspiraban los más puros de los deseos, y al verla interactuar con el resto de seres vivientes, me convencía cada vez más que mi espera no había sido en vano. Era como una luciérnaga que andaba alegremente por la vida iluminando el camino de todos los que decidían andar con ella. Inevitablemente, me enamoré. Fueron varios meses de una lucha estratégica por conquistarla, lo particular de este caso fue que todas mis dotes de príncipe sí parecían hacer efecto en ella. Mi mirada la estremecía, mis palabras la enternecían, y mis canciones la conmovían. Como película, cada escena a su lado tenía una canción de fondo: “Un mundo ideal”. Ella revivió esa cursi melodía que había alimentado mi alma de romántico por tanto tiempo. Todavía recuerdo claramente cuando tuve la osadía de tomar sus dos manos juntas y besarlas. Su mirada se humedeció y una lágrima se asomó tanto que cayó al abismo. Casi a mediados del 2006, cuando yo ya estaba en la universidad y ella aún cursaba el cuarto año de secundaria, ella me dio el . Pero mi sueño duró lo que una burbuja flotando en un bosque de espinos; fue sólo cuestión de semanas lo que tardé en comprender que la historia de Mily sí había sido un cuento, pero no de hadas; sin duda, ella era una princesa, pero sin corona. Me costó demasiado comprenderlo, pero ella lo hizo más fácil. Aunque no fue como lo planeé, ella fue la princesa que me inspiró a crecer, yo fui el príncipe que la ayudó a escapar del maligno dragón, y nuestro amor fue verdadero.

   Después de algunos años de habernos separado, hoy, a los veintidós años, puedo ver la vida con otros ojos. Ya no busco a las princesas de Disney, sino a las de carne y hueso. Las veo a diario, por donde quiera que vaya veo princesas clamando por ayuda. Las veo en mi centro de estudios vestidas de negro y de rosa, las veo sonriendo y llorando, las veo tímidas y extrovertidas, las veo recatadas y desinhibidas, las veo borrachas en las discotecas y comiendo canchita en el cine, las veo con ropa muy ligera en las esquinas de la avenida Arequipa y las veo con velo en las iglesias, las veo con joyas en sus mercedes y pidiendo limosna en los puentes, las veo gordas y flacas, las veo altas y bajas; he comprendido que, sin importar sus experiencias vividas, princesa es sinónimo de mujer.

   He conocido princesas que han quedado atrapadas en el castillo, que es su corazón. Sus temores e inseguridades han evitado que ellas salgan del castillo, pero también le han cerrado la puerta al príncipe que trata de rescatarlas. Están vivas, pero sólo se atreven a visualizar sus sueños por la ventana, conformándose a una vida mediocre. Sus cuatro paredes son su zona de confort, y no parecen tener intención de ir más allá.

Uno de los casos más tristes que he podido conocer es el de aquellas princesas necesitadas de amor. La soledad del castillo les hace creer que su príncipe nunca llegará, y que nunca serán amadas ni valoradas como ellas quisieran. Sueñan con un amor real, pero el temor de no encontrarlo las lleva a conformarse con lo primero que encuentran. Es ahí, cuando están vulnerables, que el dragón que las custodia aprovecha y las seduce. Esa necesidad de sentirse amadas las hace totalmente vulnerables y terminan entregándose a él, entendiendo el placer sexual como lo más parecido al amor que alguna vez han conocido.

   Pero no todas tienen esa actitud de derrota. Me he topado con princesas que no se resignaron a vivir encerradas en su habitación ni se entregaron a los brazos del dragón, pero tampoco a los del príncipe. Estas princesas huyeron del castillo antes de que el príncipe llegue a rescatarlas. Usaron sus propios recursos para sobrevivir en el oscuro bosque y han luchado contra todo tipo de seres malignos. Han comido frutos envenenados y han sobrevivido, han luchado contra fieras salvajes y las han vencido. Están llenas de heridas, pero siguen andando, sus almas están cansadas, pero nada las detiene. Han logrado tanto sin ayuda de nadie, que sus corazones están totalmente endurecidos. No confían en nadie, y aunque aparentan una intimidante seguridad en sí mismas, por dentro piden a gritos un par de brazos que las sostengan y una cálida voz que les diga: Tranquila, puedes descansar. Todo estará bien.

Con el tiempo, Dios ha renovado mi mente y me ha ido quitando la frustración que me asedió por muchos años: Se quejan de que no existen, y ellas mismas se encargan de extinguirlos, cavilaba dentro de mí. Sigo siendo el soñador de siempre, con los pies en la tierra pero el corazón en el cielo. Aún sueño con mi princesa, y confío que encontraré a aquella mujer que realmente valore en mí el reto de ser un príncipe en un cuento sin hadas. Aunque después de todas estas experiencias, me he dado cuenta que tampoco yo soy el príncipe de aquellas historias de antaño. Si esas princesas no eran del todo reales, los príncipes tampoco. Aunque quisiera, no puedo rescatar a todas aquellas princesas que habitan la tierra. Pero en un viejo libro mundialmente conocido por su divinidad, encontré una hermosa promesa (la cual creo firmemente que se cumplirá) que habla de un príncipe real que vencerá al dragón y que quisiera dedicar a todas las princesas sin corona que viven cuentos sin hadas:  

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea… Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. De su boca sale una espada aguda…                                               
Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada…y lanzada viva dentro de un lago de fuego que arde con azufre…“ (Apocalipsis 19)

   A ti, princesa, que me lees, te pido que ya no mendigues amor. Hoy puedes ser libre del dragón que te custodia. Hoy te presento al príncipe que desde niña soñaste y has estado esperando por tanto tiempo; su nombre es Jesús. Nadie más poderoso que Él para sacarte del castillo en el que has estado cautiva. Sólo su agua saciará tu sed. Si crees en Él y le entregas tu vida, conocerás la libertad y el amor verdadero. Él dio su vida por ti para salvarte, y regresará con poder para tomarte para siempre.

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21.4)


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