Aviso:
Antes de leer este artículo, asegúrate de haber leído la primera parte: Enemigo
en casa - ParteI
¡Alerta roja! ¡El enemigo está en casa! Este enemigo vive dentro
de cada uno y crece en medida que se le alimenta. Las vivencias, los traumas y
experiencias de cada uno, sumándose el temperamento que cada individuo tiene
por naturaleza, han alimentado a su enemigo de una manera particular.
Dependiendo de estos factores, a algunos su corazón los termina llevando a
vivir en temor, a otros a la promiscuidad, a otros a los vicios como la droga o
el alcohol, a otros a la perversión sexual, a otros a la vida delincuencial, a
otros en la corrupción, y así sucesivamente. El deseo del enemigo es tomar
completo control de nosotros; ¿cómo lo logra? Camuflándose dentro de nosotros y
creando una falsa
identidad.
Ahora explicaré la mayor artimaña de tu enemigo interior para
tomar el control de tu vida sin que tú siquiera lo sospeches. ¿Cómo se crea la
falsa identidad? A lo largo de la vida un individuo define su identidad
principalmente en base a lo que él piensa de sí mismo y siente. Ahora, lo que
él piensa y siente va a depender de las experiencias vividas o de tendencias
naturales; ahí entra en acción el enemigo interno (el corazón, la carne). Por
ejemplo, un niño no recibió afecto, creció tímido e inseguro de sí mismo. Esto
lo llevó a no desarrollarse socialmente y a no desarrollar relaciones normales.
Mientras va creciendo, se da cuenta que con los niños sí puede desenvolverse
con confianza y puede tener el control, cosa que no puede lograr con sus
contemporáneos. A todo este se suma su deseo sexual natural que desea ser
saciado y su necesidad emocional de sentirse apreciado. El enemigo interno
aprovechará todas estas circunstancias para generar en esta persona una atracción hacia los niños.
Al principio él se asustará y dirá: ¿Por qué siento esta atracción?
Probablemente luche contra esa atracción por un tiempo, pero al darse cuenta
que esos deseos y fantasías no se van, terminará rindiéndose y aceptando
que él es así.
De esta manera sus deseos hacia los niños irán en aumento, de tal forma que tal
vez ya no sienta atracción hacia una mujer adulta, sino especialmente hacia los
niños. Este proceso puede darse de una manera tan natural que el hombre
hasta creerá estar enamorado de un niño, y no verá nada de malo en ello. Citaré
un extracto del testimonio de un hombre de 45 años de edad, un pedófilo
confeso:
“…Encontré que había un niño nuevo entre ellos, tenía alrededor
de 10 años y era un niño tímido; empezó a hablar conmigo y platicamos
tranquilamente, todos nos empezamos a arrojar hojas de los árboles a cada uno,
pero este niño continuaba tirándomelas hacia la cara, parecía que yo era la
única persona que estaba ahí. En esos momentos fue cuando me enamoré de él.” (*ver
fuente)
Este hombre fue perdiéndose en una identidad basada en los
deseos de su corazón, y al no encontrar salida, terminó aceptándola al punto de
ver como algo natural el hecho de enamorarse de un niño. El enemigo interno
crece de una manera tan cautelosa que se camufla haciéndose pasar por nosotros
mismos. Del mismo modo trabaja en la vida de la mayoría de personas, en algunas
con mayores consecuencias que en otras. Una persona empieza con pensamientos de
odio, y puede terminar siendo un asesino sin escrúpulos; otra persona puede
empezar deseando dinero fácil, y puede terminar volviéndose un total corrupto.
Todos los males de este mundo son consecuencia de esto: Las personas sienten,
crean su identidad en base a lo que sienten (si siento esto, debo ser así), y
finalmente actúan conforme a lo que han creído.
Hace un tiempo atrás, conversaba con un amigo que por mucho
tiempo vivió relaciones homosexuales. Cuando él decidió dejar esa vida, se dio
cuenta que esos deseos seguían ahí y que la lucha sería dura. Él aún dudaba de
su identidad, y me contaba que sus viejos amigos le decían que era un
reprimido, porque teniendo esos deseos no los satisfacía. Yo le dije lo
siguiente:
Te tengo una buena noticia: Lo que sientes no determina lo que eres.
Que sientas deseos de ingerir alcohol no significa que seas un alcohólico ni
que debes vivir satisfaciendo esos deseos; que sientas atracciones hacia niños
no significa que seas un pedófilo ni que debes satisfacer esos deseos; que
sientas atracciones hacia personas de tu mismo sexo no significa que seas
homosexual ni que debas entregarte a esas atracciones. De todos modos, estas
inclinaciones deben tratarse, pero nunca aceptarse como identidad. Luchar
contra los deseos de la carne NO
es reprimirse, es vivir en libertad, luchar contra la esclavitud. Cuando logres
diferenciar lo que son deseos de tu carne con
lo que es tu identidad verdadera, habrás dado un gran paso hacia la libertad.
El apóstol Pablo pasó por las mismas luchas, pero él aprendió a
diferenciar lo que era él y lo que era sucarne:
De manera que ya no
soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo
sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no
lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. --
Romanos 7.17-20. (Énfasis añadido).
Que el enemigo interno no te confunda: No eres lo que sientes, eres lo que
Dios dice que eres. En Su Palabra encontrarás tu verdadera
identidad, y aprenderás a identificar los malos deseos del corazón que te
llevan a hacer lo que no te conviene. Tal vez el mundo te diga que no tiene
nada de malo seguir esos deseos, que es normal.
Pero sería muy peligroso sacar tu conclusión según los criterios humanos, porque lo que los hombres tienen por
sublime, delante de Dios es abominación(Lc16.15); y hay camino que al hombre le parece
derecho; pero su fin es camino de muerte (Pr14.12). Nadie
mejor que tu creador para decirte quién eres. La Palabra de Dios es el camino a
la vida, libertad y paz.
Ahora, cuando decidas dejar de seguir los deseos de tu corazón y
obedecer la voz de Dios, te encontrarás con las mismas palabras del apóstol
Pablo citadas anteriormente: el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. La Biblia
enseña que el pecado es una ley, y las leyes se cumplen. Por ejemplo, la ley de
la gravedad no puede resistirse por mucho tiempo. Si estiras tus brazos y los
pones en posición horizontal, probablemente logres mantenerlos así por un rato,
pero terminarás cansándote y los regresarás a su posición inicial. La ley de la
gravedad hace que todo se someta a ella, así hagas un gran salto, caerás de
nuevo. Es necesaria una ley mayor para poder vencer permanentemente a la ley de
la gravedad. Por eso un avión puede mantenerse en el aire siempre y cuando no
se le acabe la gasolina. Aunque sigue siendo influenciado por la gravedad, está
diseñado de tal manera que no caerá. Lo mismo pasa en la vida de las personas,
la ley del pecado sólo puede vencerse con una ley superior, la ley del
Espíritu: Porque la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y
de la muerte (Rm8.2). Cuando decides creer en Jesucristo y
entregarle tu vida, dentro de ti ocurre lo que la Biblia llama El nuevo nacimiento.
Cuando naces del Espíritu, naces a una nueva ley, la ley del Espíritu de vida,
y lo que antes no podías lograr por tus fuerzas, lo lograrás con la fuerza del Espíritu
Santo en ti. Como un avión, tal vez sigas siendo influenciado por la ley de la
gravedad (la ley del pecado) que quiere atraerte hacia abajo; pero la ley del
Espíritu (la Gracia de Dios) es superior y no permitirá que caigas. Sólo
asegúrate de alimentar el Espíritu y no proveer para los deseos de la carne. La
ley del Espíritu es superior. No hay nada imposible para Él.
Miles de personas hoy en día viven engañadas por el enemigo en
casa, y son llevadas a cometer las mayores perversidades por no conocer la
verdad. Pero también miles de personas son rescatadas por el conocimiento de la
verdad y la fe en Jesucristo.
Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del
pecado —respondió Jesús—.
Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente
libres. –
Juan8.34 y 36.
Busca la verdad; hoy puedes ser VERDADERAMENTE libre.
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me encanto este articulo es muy cierto que nuestro peor enemigo es nuestra propia carne, somos nosotros mismos los que luchamos en nuestro interior con lo que queremos y lo que no queremos hacer.... lo importante es hacer morir las obras de la carne mediante la ley del espiritu
ResponderEliminar¡cierto! :)
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