miércoles, 9 de enero de 2013

Yo maté a Lucía


          Yo maté a Lucía. No se lo he contado a nadie, no me creerían. Es que ni yo lo creo todavía. Ya sé lo que estarás pensando: “¡Estás loco!”. Loco hubiese terminado si la dejaba con vida; el mundo era demasiado pequeño para nosotros dos, o al menos mi mundo lo era. 
          Nunca me lo pidió con su boca, pero su mirada indiferente me lo gritaba a viva voz: “¡déjame morir!” En ese momento no concebía la posibilidad de hacerlo, así que decidí extenderle misericordia y darle una última oportunidad. Fue esa noche de jueves cuando se empezó a escribir, como diría García Márquez, la crónica de una muerte anunciada.

          Esa noche la cité con alguna ocurrente excusa; ella aceptó. Encontramos un cómodo espacio en el segundo nivel de una conocida cafetería y le compré algo de comer como ella ya estaba acostumbrada a que yo lo haga (tanto que a sus ojos ya no era más un gesto de caballerosidad sino un simple ritual que yo estaría condenado a cumplir cada vez que deseara pasar tiempo con ella; y claro, yo lo hacía con gusto). Me senté a su derecha sobre el mismo mueble mientras Lucía cortaba el croissant relleno de pollo con tanta delicadeza como sólo ella.

      Dime –dijo sin mirarme mientras transportaba a su boca un pedazo de croissant traspasado por el tenedor.

          Su tan perfecto cruce de piernas, su torso tan bien erguido al sentarse y su gélida seriedad por un momento llegaron a exasperarme. Me daba la impresión de estar frente a una estatua de hielo. Lucía no era siempre así, sólo cuando sabía que algo fuerte se asomaba. Probablemente ella ya intuía lo que planeaba decirle y esta era una especie de estratagema para conseguir desbaratarme esperando que así yo desista. ¡Ella no entendía nada! ¡Yo estaba intentando salvarle la vida y ella no colaboraba! Pero pensé que ya estaba ahí y que no podía rendirme ahora. La amaba demasiado como para dejarla morir sin antes intentar hacerla reaccionar.

      Bueno, seré breve –dije, y luego guardé silencio esperando una mirada de atención.

          No dejé de mirarla fijamente. Al principio trató de ignorar mi acecho fingiendo estar más interesada en la textura de ese eterno hojaldre que era su sándwich, pero luego de un par de minutos no aguantó más. Se volvió hacia mí de tres cuartos frunciendo el ceño con una exagerada expresión de ¿te pasa algo? Entonces supe que era el momento.

          De más está contar a detalle todo mi discurso. Le dije que aún la amaba, y que estaba seguro que ella también a mí, aunque ella creía que ya no. A modo de vidente le expliqué que nuestro destino era estar unidos, que éramos el uno para el otro, e intenté demostrárselo reconstruyendo cada etapa de nuestra relación desde el día que nos conocimos. Nuestra historia estaba tan llena de magia y de curiosas “coincidencias” que (en serio) yo había llegado a creer que el mismo Dios había escrito este guión. Si hubiese podido capturar su rostro durante el transcurso de mi declaración, podría ahora unir todas las fotos y lograr una película de horror. Su expresión permutó desde un “Qué pena me das…” hasta un “¿Terminaste?”, sin antes pasar por un “Qué ridículo” y un “Qué asco…”. Me dio a entender de todas las maneras posibles que yo no tenía esperanza alguna con ella, y como a mí parecía no importarme, pretendió liquidarme diciéndome que mi intento de sorprenderla con una rosa “anónima” (lo digo entre comillas porque, aunque diga lo contrario, ella siempre supo que era yo) había sido un rotundo fracaso. Ella se había ilusionado pensando que otro chico la había enviado, y cuando se dio cuenta que no había sido él, la botó a la basura. Pero yo estaba dispuesto a todo esa noche con tal de salvarla, así que la invité a reflexionar sobre mi teoría de que no habría ningún otro hombre capaz de recordar la fecha exacta de la primera vez que la vio y hasta qué llevaba puesto ese día, sin contar todas las otras fechas, conversaciones por msn y anécdotas que yo llevaba registradas en un diario que empecé a escribir un mes después de haberla conocido, el cual ya contaba con 342 páginas escritas. 
ENFERMIZO. 
Ese fue el término con que Lucía definió mi interés por ella, dándome así la estocada final.

          La acompañé en un taxi de vuelta a su instituto (gracias a Dios el camino fue corto). Debía sentirme destrozado por dentro, con ganas de llorar amargamente hasta el asfixie por saber que era la última vez que la vería con vida, pero por alguna extraña razón una inexplicable férrea paz me poseyó por completo.  Me despedí de ella cortésmente, ella me devolvió el despido con una sonrisa y un chausito con su característica vocecita traviesa. Era una buena actriz.

          En un principio decidí ser sólo indiferente a su existencia, pero eso fue como pretender ser indiferente al viento en medio de un huracán: RIDÍCULO.  La eliminé del facebook y borré su número de mi directorio telefónico aprovechando que era nuevo y aún no se tatuaba en mi mente como todos los números que tenían que ver con ella (Fechas, días, horas. Es que todo lo que tenía que ver con ella poseía la habilidad de adherirse a mi alma. Sabía de memoria la fecha exacta cuando la vi por primera vez, cuando me habló por primera vez, cuando chateamos por primera vez, cuando salimos por primera vez, cuando tuvimos nuestro primer abrazo –real–, cuando le dije por primera vez que la amaba y ella dijo “ya no”; cuando me dijo por primera vez que me amaba y yo dije “tal vez”).  En fin, me desconecté de ella casi por completo. Casi… siempre casi.

          Estando lejos de Lucía sentí comprender un poco mejor a los drogadictos. Cuando Lucía no estaba, estaba más que nunca. No es la droga lo terrible, sino la drogadicción. Si el mal habita dentro de uno mismo, huir es inútil. El virus debía morir; ella debía morir. Entonces no tuve otra opción: o vivía ella o vivía yo; y por primera vez, después de dos años respirando sólo para complacerla, dije: YO.

          Ese 28 de Mayo fue para mí como un 28 de Julio. Nunca olvidaré el día que proclamé mi independencia. Lucía murió ahogada, descuartizada e incinerada: Ahogada cuando decidí desechar la canción que tiempo atrás le escribí y nunca le canté; descuartizada cuando desgarré tendón por tendón esa carta pop-up manufacturada por ella misma que me regaló en mi cumpleaños dos años atrás; incinerada cuando le prendí fuego a aquella foto que me tomó dormido el día en que nos conocimos. Y, para frustración de los peritos de criminalística que trabajaban en mi mente, erradiqué toda huella de su existencia cuando borré para siempre aquél diario que soñaba con regalarle el día de nuestra boda.  La velé, la lloré, y luego seguí mi camino.

          Ella aún anda y respira, ella aún no siente el dolor, ella aún no lo sabe, pero ha muerto. Su recuerdo a veces me asalta como la lluvia al verano, pero entonces me digo a mí mismo: ELLA MURIÓ.

          Sus ojos brillantes. Ella murió. Su impaciencia. Ella murió. Su sonrisa perfecta. Ella murió. Sus celos. Ella murió. Su indescifrable aroma. Ella murió. Su voz engreída. Ella murió. Su lunar en el extremo superior derecho de su espalda. Ella murió. Su apatía. Ella murió. Su imprudente Nikon semi-profesional. Ella murió. Puchero. Ella murió. Las caminatas a su casa. Ella murió. Su ternura. Ella murió. Su amargura. Ella murió. Su abdomen. Ella murió. El pantalón ayacuchano que nunca usé. Ella murió. El quiebre de su cadera. Ella murió. Su inmadurez. Ella murió. Las conversaciones a las 3.00am. Ella murió. El msn. Ella murió. El skype. Ella murió. Aladino. Ella murió. Risas. Ella murió. Lágrimas. Ella murió. El eterno trayecto a su casa. Ella murió. Sus insultos que eran caricias. Ella murió. Los karaokes. Ella murió. La canción que nunca le canté. Ella murió. Sus pies. Ella murió. Su inseguridad. Ella murió. Su cabeza en mi hombro.  Ella murió. El diario que nunca leerá. Ella murió. El capachún camino a mi casa. Ella murió. Su exasperante seriedad. Ella murió. El estreno de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Ella murió. Sus leggings. Ella murió. El cuadro que nunca colgó. Ella murió. Comprarle comida. Ella murió. Su primer vuelo. Ella murió. Las botas de gamuza que pisé. Ella murió. Su primera rosa. Ella murió. Su familia. Ella murió. ¿Por qué te enojas si al final te casarás conmigo? Ella murió. Su mirada indiferente como si yo nunca hubiese significado nada. Ella murió.

          Yo perdí esta guerra, aunque nunca fuimos rivales; fuimos cómplices, pero yo la amé, y amar es lo mismo que perder.
          Yo maté a Lucía; porque es más fácil olvidar a un muerto que a un vivo. Con ella murió la esperanza del tal vez algún día, y ese fue mi primer paso hacia la libertad. Hoy me siento mejor que nunca y, por primera vez después de dos años, puedo decir:


Q.E.P.D. Lucía Vivanco.





** Me encantaría recibir tus comentarios.
En la esquina superior izquierda puedes COMPARTIR este artículo.




33 comentarios:

  1. Alguna vez nos toca matar a Lucia para poder estar listos para realmente conocer a la persona de nuestra vida.

    ResponderEliminar
  2. me encantó "ver" el corazón de un hombre que amó. Todos los detalles de sus sentires cuando está enamorado.
    Soy participe de la frase: "No se olvida, se Supera"
    Creo que es bueno que alguien ame aunque no sea correspondido... el hecho que amor circule por su cuerpo, alma y espíritu, creo que lo beneficia hasta cierto punto...
    Luego de un tiempo hay que creer que no solo se encontrará a una persona tan maravillosa como la que se amó, sino mejor y el gozo será lindo porque será correspondido.
    Gracias Lucía porque se que ese amor que despertaste bendijo mucho al muchacho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy cierto Mariví. Se trata de recordar de una manera diferente; sin dolor. Un abrazo

      Eliminar
  3. "Su recuerdo a veces me asalta como la lluvia al verano, pero entonces me digo a mí mismo: ELLA MURIÓ."

    ResponderEliminar
  4. Este si q era un hombre de detalles ,no entiendo como Lucia no se volvio de enamorar de èl ¿?.Pero creo q no es bueno mendigar amor ,despuès de Lucia algo mejor vendrà...!!! N.S.R

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tampoco lo entiendo. Pero así es la vida. Normalmente uno ama a quien no lo merece, y no ama a quien lo merece. Hasta que aprende. ¡Gracias por leerme!

      Eliminar
    2. Y no ama a quien lo merece! JA! #CrudaVerdad

      Eliminar
  5. Realmente no puedo comentar todo lo que quisiera, pero puedo decir que leí todo, con esa mente crítica que ya sabes que tengo, y me llegó al corazón.
    La leí como si fuera mi propia historia porque viví muchos de esos momentos en mi propia vida y también acompañando de cerca al protagonista de una historia muy parecida.

    Creo que hay cosas de redacción que irás mejorando... recuerda lo que decía MVLL sobre el 10% de inspiración y el 90% de transpiración. La inspiración la tienes al 200%!! Esa sensibilidad, las ganas y enfoque para hacer las cosas te van a hacer perfeccionar esta habilidad, solo NO TE DETENGAS.

    Sigue adelante! Solo puedo decir que estoy orgullosa de ti :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja. Siempre es bueno tener a alguien que no te halague y te ayude a mejorar. Por eso agradezco a Dios tenerte a ti. ¡un abrazo!

      Eliminar
  6. Es en ese morir que Dios actúa y podemos dar fruto. Te felicito Diego! sigue creyéndole siempre!!

    ResponderEliminar
  7. hace mucho que no entraba por tu face o blog...solía revisarlo a diario, esperando con ansias que alguna historia o canción me atraparan...Hoy necesitaba k alguien me hablara sin hablar y me recordé de aquellas historias tuyas k disfrutaba leer...y como casi instintivo recibe tu face y desde que lei el nombre de la historia me dije a mi misma"Esta es mi historia"....Gracias Diego realmente necesitaba una historia así...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Mariel! La mejor satisfacción que puedo recibir como escritor no es tanto recibir halagos, sino saber que lo que escribo puede trascender a un simple gusto. Si en algo te ayudó o inspiró este texto, creo que cumplí mi misión :) Gracias porque me motivas a seguir. ¡Un fuerte abrazo!

      Eliminar
  8. a veces es dificil olvidar la persona q alguna vez era la mas importante en tu vida ...realmente m encanto esta historia m hicistes sentir x un momento q era mi historia ,algo parecido hice con la persona q m gusto ,tbm lo mate ,asi s mejor xq sino uno no puede encontrar a la persona correcta sin dejar a la q no t corresponde,no se ppodria avanzar ,t felicito ,spero q haya mas d estas historias .M.A.Q

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé tu nombre, pero muchas gracias por tu comentario. Es cierto, es necesario seguir adelante. Pronto subiré más historias, pero no prometo que sigan siendo de amor :) Espero que me sigas leyendo y comentando. Si puedes comparte con tus amigos! ¡saludos!

      Eliminar
    2. claro q si,veo q tienes talento,entonces esperare,¿Que bueno q varies en los temas,Dios t dio un gran talento sigue desarrollandolo,x cierto m llamo melissa ayquipa,bendiciones

      Eliminar
  9. wauu! me quede prendida de principio a fin con la historia muy buena. que sigan los exitos con ese don q dios te ha dado
    bendiciones y espero q sigas publicando mas historias seguidas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias! en estos días subo otro escrito. ¡Saludos!

      Eliminar
  10. Excelente como siempre..

    ya esperabamos.. alguna de tus publicaciones
    q bueno volviste

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por tu comentario Anali! ¡Vuelvo para quedarme! jaja. ¡saludos!

      Eliminar
  11. creo que lucia no esta aun muerta,a menos no de la forma en que podemos creer,,el que ella este ausente no anula recuerdos, la teoria psicoanalitica diria que ella esta operando a nivel inconciente , esto implica que asalte la memoria en alguna determinada situacion tempo-espacial.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu aporte Lucía. jajaja (broma). Quién sabe, puede ser cierto lo que dices. Al menos el personaje dio un gran paso hacia la libertad; quizá el primero de varios.

      ¡Gracias por tu comentario!

      Eliminar
  12. me deja pensando mucho esta historia, es dura y real al mismo tiempo , el amar de verdad le implico dar todo , pero dejarlo todo para no dañarse tambien , sigue asi Diego

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por tu comentario! Espero que me sigas leyendo :)
      ¡Saludos!

      Eliminar
  13. Respuestas
    1. No entendí, pero espero que sea algo bueno. Gracias :D

      Eliminar