sábado, 6 de diciembre de 2014

Desdoblamiento

Ya de camino a casa alcé otra vez mi mirada. La luna seguía latiendo, y tuve la extraña sensación de que una parte de mí seguía echada en aquel parque, junto a ella, contemplando el mismo cielo cargado de azul inolvidable.


Carcelera del cielo

En otoño te conocí
cuando las ramas se despojaban de sus secos vestidos
Sonreías en silencio
como si el viento te contara un secreto
Y yo... yo quería estar ahí
Cuéntame, carcelera del cielo,
¿Quién te concedió tal poder?
Porque un dedo tuyo puede tapar mil soles
Porque mi nombre en tu boca puede alargarme la vida


El alpinista

Solía escalar hasta tus ojos
allí, donde imprimía mi sonrisa
Y traspasaba el umbral que daba a tu pensamiento
donde viví muchos inviernos
Hasta hoy.



jueves, 9 de octubre de 2014

ÁLTER DIEGO



Con algunos tragos encima, Franco le dice a Diego que no encuentra un nombre que lo convenza para ponerle a su hijo que está por nacer. Automáticamente Diego recuerda una divertida anécdota de hace unos ocho años atrás y decide contarla. Se trata del día en que se cambió de nombre. «Estaba caminando por el Óvalo Higuereta —le cuenta a Franco—, y en eso escucho a alguien gritar ¡Diego! Miré hacia la avenida. Era Rafael, un pata que había conocido hacía como un mes. Me saludaba desde la ventana de su auto. Le devolví el saludo. Pensé en decirle algo como ¿Qué tal? Pero la distancia no ayudaba así que solo seguí caminando. Entonces se me vino un pensamiento extrañísimo. ¿Por qué respondo al nombre de Diego? ¿Por qué DIEGO? Y de pronto me sentí sofocado, como si ese nombre fuese demasiado pequeño para resumir toda mi existencia.»
Mientras caminaba, Diego pensó que no era democrático que alguien más haya tomado la decisión de etiquetarlo de por vida sin poder él siquiera opinar. ¿Y qué tal si quería llamarse… no sé, Daniel? Sí, Daniel le gustaba. Hubiese podido escoger algo más extravagante, sin duda, pero no se trataba de llamar la atención por la rareza de su nombre, simplemente se trataba de poder decidir por sí mismo. Su nombre desde entonces sería Daniel, al menos por ese día. Claro que no fue una ocurrencia al azar, varias veces lo habían llamado así por equivocación. Tal vez, pensó, siempre debió llamarse así.
Como si alguien lo hubiera jalado del polo, retrocedió dos pasos y miró hacia el interior de un café. Cerca a la ventana, una pelirroja ocupaba sola una mesita para dos, ojeaba su celular y por momentos miraba alrededor. ¿Carla? Le vino de pronto un terrible impulso por salir corriendo, pero otro pensamiento lo detuvo. «Daniel no es un cabro. Daniel sí se atreve.» Y se sintió transformado, como si un espíritu de macho alfa lo hubiera poseído por completo. Buscó su reflejo en el cristal y éste le guiñó el ojo; decidió entonces entrar al café y caminó con la extraña sensación de que su sonrisa brillaba, que cualquier chica podría derretirse tan solo con un pequeño coqueteo suyo. Se sentía Daniel.
«¿Hola, esperas a alguien?», dijo Diego con un tono de voz que ni él pudo reconocer por lo seductor. A primera instancia la chica se volvió hacia él con una aparente intención de desprecio, pero al verlo sonreír el semblante le cambió, como quien es sorprendida gratamente. «Ah… sí, espero a alguien.», dijo ella. «Bueno, evidentemente todavía no llega, así que puedo hacer más entretenida tu espera.», dijo y se sentó. La chica asintió con una sonrisa boba, pero al instante frunció el ceño. Estaba por decir algo pero… «Soy Daniel, mucho gusto.» Le dio la mano. «Ah, justo te iba a preguntar tu nombre. Es que por un momento me recordaste a alguien.», dijo ella. «¿Ah sí, y se puede saber a quién? ¿Un modelo tal vez?» Ella rio. «No, no. A un chico que estaba en mi colegio. Pero uf… años que no lo veo. Tienes un aire... pero no hay forma de que él se le acerque así a una desconocida… no creo que haya cambiado tanto.» «¿Era así de guapo?», dijo Diego modelando su rostro con la palma de la mano. «Eres un poco presumido...». Diego rio. «¿Y eso te gusta no?» dijo y cogió el vaso de jugo que ella tenía a su lado. «¿Puedo no?», dijo levantando la mirada cuando ya había sorbido la cañita un par de veces. Ella sonrió incómoda. «Diego», dijo ella en voz casi inaudible. Diego se atoró con la bebida. «¿Ah?», replicó nervioso. «El amigo al que me recordaste —dijo ella—, se llama Diego.» «¿Diego qué?» «Valenzuela» «¿Diego Valenzuela? ¿Dieguito? ¿Un flaquito todo buena gente?» «¡Sí, exacto! ¿Lo conoces?» «Diego es mi primo.» «¿Es en serio? Con razón pues.» «Pero no me vas a decir que me parezco a él. Bueno, algo tendremos por la sangre, pero nada, él es un pavo.» Ella guardó silencio, pensativa. «Espera… no me digas que tú eres Carla.» Ella lo miró sorprendida. «Sí, ¿por?» Diego soltó una fingida risotada. «Dieguito siempre me hablaba de ti cuando estaba en el cole; me hablaba de una pelirroja de la que estaba templadazo, por eso lo relacioné. Asu… quién diría que mi primo tenía tan buenos gustos. Ahora entiendo por qué no se atrevía a lanzarse contigo… mucho lote para él.» Ella dejó caer la mandíbula en una genuina expresión de asombro. «Espera… ¿Diego estaba enamorado de mí?» «Toda la secundaria.» «¡No hay forma! ¿Y por qué nunca me dijo nada?» Diego se encogió de hombros. «¡Diego fue mi amor platónico por AÑOS!» «¿Qué?» «En serio… viajábamos en la misma movilidad desde sexto. Yo siempre dejaba un asiento a mi lado para que él se siente… pero el sonso siempre se pasaba de largo. ¡Pensé que me odiaba!» «¿En serio te gustaba Diego? ¿Dieguito?» «Te digo que sí…¡Ay, no puedo creerlo! ¡Cómo no intentó siquiera hacerme el habla!» «¿Como yo ahorita?» Ella sonrió a duras penas. «Diego siempre fue un poco lento.», dijo él. «Así me gustaba...» «¿Pero no te hubiera gustado que se parezca más a mí?» Ella arqueó las cejas y bajó la mirada hacia su vaso vacío. «No —dijo—, definitivamente no.»     

miércoles, 8 de octubre de 2014

5 señales de que esa mujer te llevará a la ruina

ADVERTENCIA: Este es un blog personal y las opiniones son totalmente subjetivas. Las críticas destructivas son bien aceptadas, ya que generan más movimiento en mi blog : )



Hace unos días se me ocurrió que probablemente Adán nunca hubiese comido del fruto prohibido si no hubiese sido una mujer quien se lo ofreció. Desde Dalila hasta Mónica Lewinsky, lo cierto es que a lo largo de la historia hombres han sido grandemente enaltecidos o totalmente arruinados gracias a la determinante influencia de alguna mujer.
¿Cómo saber si la mujer de la que me estoy enamorando me empujará a la cima o a la completa ruina? Difícil saberlo a ciencia cierta, pero he aquí algunos tips que pueden resultarte útiles al momento de considerar aventurarte hacia una relación amorosa.


  1. NO TIENE INTENCIÓN DE PAGAR SU PARTE



Si desde el primer día en que salieron ella no mostró intención alguna de pagar su parte (pasaje, comida, entrada, etc) lo más probable es que sea de esas chicas que a futuro planean ‘amarte’ por tu billetera, y el día de la crisis: ¡halaos!
Si estás muy interesado en ella es normal que tengas ganas de tirarte los ahorros de tu vida para hacerla feliz, pero te recomiendo que de vez en cuando le des a ella la oportunidad de invitar. Algunas frases como “No creo que hoy podamos salir, estoy misio” o “Uy, hoy no me alcanza para invitarte”, serán un buen escenario para tantear sus intenciones. Si nunca ella dijo: “Yo te invito” o “Yo pago”, entonces yo lo pensaría dos veces antes de romper el chanchito por ella. La mujer debe ayudar a empujar el coche, no solo subirse y hacer peso.
Y un tip más: ¡Cuidado con la finta de la billetera! Si ella hace el ademán de que va a sacar dinero para pagar, no siempre la detengas; deja de vez en cuando que lo haga. Te podrías llevar una sorpresa.


  1. TU FAMILIA Y AMIGOS CERCANOS NO LA PASAN



No te cierres. Si la gente que más te quiere y más te conoce no la ve con buenos ojos, ALGUNA RAZÓN DEBE HABER. Cuando esto pasa, un efecto secundario es que terminas alejándote de tu familia y perdiendo a tus amigos. Si es que constantemente tienes que elegir entre ella o los demás, algo anda mal. «Es que ellos no la conocen como yo...» Esa frase me hace recordar al chofer que en plena avenida se empezó a preguntar por qué todos los demás autos estaban en contra… : )
Date la oportunidad de evaluar la situación sin temor, escucha opiniones y argumentos ajenos. Ciertamente solo tú tomarás la decisión, pero recuerda que “en la multitud de consejeros está la sabiduría”.


  1. ES INGRATA



Realmente quieres hacerla feliz y no paras de pensar en cómo complacerla, pero vives frustrado porque nada de lo que haces es suficientemente bueno para ella. Te desvives por ella, eres capaz de renunciar a tus gustos, deseos y planes para contentarla (lo que tampoco es saludable), y todas esos nobles gestos ella los asume como “parte del contrato” sin mostrar gratitud. Si este es tu caso, ALERTA ROJA. Estás yendo destino a la infelicidad (y sin escalas).


  1. SU MEJOR ARGUMENTO PARA PERSUADIRTE ES EL SEXO



Un personaje de mi buen amigo Oscar Wilde dijo: «Si una mujer quiere dominar a un hombre no tiene más que apelar a lo peor que hay en él». Si cada vez que ella quiere conseguir algo de ti por casualidad empiezas a sentir calentura entre las piernas, lo más recomendable es que huyas lo antes posible. Ahora, seguro algunos dirán: «Si me convencen así, yo feliz»; pero créeme, al principio puede ser divertido, pero una mujer que espera reducir tu valor y tu capacidad de razonar a un mero impulso sexual, no te respetará ni valorará jamás como hombre, porque te ve como un simple animal, y probablemente no seas el único 'animal' al que le calienta la cabeza...


  1. A SU LADO NO TE SIENTES EL HOMBRE



Esto podría sonar machista, pero toda verdadera mujer hace que el hombre se sienta EL HOMBRE. Hasta el más chato, desgarbado, misio y despreciable, se siente superman al lado de la mujer que lo ama. Si a su lado, en lugar de sentirte respetado y reconocido, te sientes reducido, anulado, ensombrecido, y menospreciado, BUSCA LA SALIDA DE EMERGENCIA. Hay una mejor mujer para ti.


Finalmente, si te sentiste identificado en uno o más puntos, te recomiendo escuchar mi más reciente tema musical: “Mi fatal atracción”. Espero que te ayude a decidirte a decirle adiós a esa relación destructiva y atreverte a empezar de nuevo. No se trata de que la odies ni de que le guardes rencor, simplemente hazte a un lado y sigue tu camino. ¡Estás a tiempo de librarte de ella! (claro, si es que esa mujer no es tu esposa...)


sábado, 4 de octubre de 2014

La Tarifa


     Hoy se me ocurrió que el dolor es como uno de esos días en que decides parar un taxi y éste, a tu criterio, te quiere cobrar muy caro. No te molestas siquiera en regatear porque así te baje algunos soles esa tarifa es un abuso. Paras otro, te cobra igual. ¿Qué les pasa? Si siempre te cobran tres soles menos. Están locos. Vamos por otro. Y resulta que el siguiente te sorprende con una tarifa más alta. ¿Qué? Y otro igual. Y otro. Ya estás tarde. 
     Después de haber parado siete taxis, uno te cobra menos que el anterior pero más que el primero. Piensas: Debí haber tomado el primero; pero igual te subes, porque sabes que pudo ser mejor, pero podría ser peor.


Sumergia

Se sumergió, hermosa, en un sueño de amor. 
Y cuando se dio cuenta de que el aire se acababa, 
ya estaba demasiado hondo como para pensar en volver.


Antes de dormir

Cuando las luces se apagan
Y la noche susurra
Cuando las penas se acuestan
Y el mañana titila
El sonido de tu voz
Se hace dulce en mi memoria.




El nido

Hay una mujer que anida en mi pensamiento
Me arrincona como el viento contra un despeñadero
Hay una silueta haciendo eco en mi suspiro
Me desangra con un tiro y me devuelve el aliento
Y de tanto imaginarla ya no sé si lo que siento
Es amor o es olvido, es nostalgia o es lamento.

sábado, 9 de agosto de 2014

El viaje de Ana Paula



La noche en que recibí la noticia me vino la idea de un viaje, un viaje donde se pierde absolutamente todo contacto, desde donde no se pueden escribir cartas ni enviar postales, recibir llamadas ni dejar mensajes. Sí, ahí debía estar Ana Paula.

Llevaba un poco más de tres meses manteniendo contacto inter-diario con ella antes de su desaparición. Nos habíamos “conocido” por internet (una curiosa historia que no viene al caso contar ahora). Durante las primeras semanas de amistad tuve que luchar aguerridamente contra mi flagelante ansiedad por hablarle. ¿Qué tanto debía escribir durante nuestras conversaciones para no parecer desesperado pero tampoco indiferente? ¿Cuándo debía tomar la iniciativa del saludo y cuándo debía esperar a que ella lo hiciera? Si mis mensajes aparecían como leídos pero sin respuesta, entonces empezaba a auto maldecirme: ¡debía haberme aguantado! ¡Cuando ella me escribiera le haría lo mismo! Pero apenas su nombre aparecía en mi bandeja de entrada olvidaba mis impulsivas promesas de orgullo; otra vez todo era perfecto y yo era feliz.

Al cabo de un mes mis conflictos internos habían casi desaparecido por completo. Apu (como me había pedido que la llame) se mostraba cada vez más interesada en conocerme y dejarse conocer; hasta llegué a darme el lujo de no escribirle durante una semana entera para ver si ella decidía retomar el contacto, y lo hizo. Por medio de fotos instantáneas me mantenía al tanto de sus movimientos: dónde andaba, con quiénes y hasta qué comía. Todo esto sin ninguna pisca de dependencia por su parte ni de control obsesivo por la mía. La diferencia de horarios dejó de ser un inconveniente durante nuestras largas charlas nocturnas. Su padre roncaba muy fuerte, los gotones repicaban en el cristal de su ventana haciéndola asustar y su gata ya no maullaba desde que la operaron.

Con una tristeza casi ridícula me explicó que no podríamos hablar por un par de semanas ya que viajaría a otro pueblo para presentarse en un evento nacional de danza contemporánea y no llevaría su teléfono inteligente por equis motivos. Lo lamenté en un tono más bien irónico y me despedí sin mucha emotividad. Me gustaba sentir que empezaba a tener el control.

Las dos semanas se fueron a hurtadillas. Debió ser que su efusivo “te voy a extrañar mucho” generó en mí exactamente el efecto contrario.

La tarde en que Ana Paula debía estar de vuelta no recibí ningún mensaje. Revisé mi bandeja un par de veces y luego me prometí a mí mismo no volver a hacerlo hasta el día siguiente. Pero al día siguiente su foto con los labios fruncidos seguía sin aparecer en la cabecera de mi bandeja. Así pasó una semana y media más durante la cual todo el autocontrol del que ya empezaba a hacer alarde se desvaneció por completo. Por las noches renegaba de ella, de la facilidad que tiene la gente para olvidarse de los amigos, y hasta empezaba a dudar de si todas las cosas bonitas que Ana Paula solía decirme eran reales o solo cosa de mi malinterpretación. Visitaba su “muro” cada quince minutos a ver si publicaba algo, si comentaba alguna foto o tenía alguna interacción, pero nada. Pasé varias noches volviendo una y otra vez sobre nuestras conversaciones, releyendo las líneas en las que, según yo, ella había manifestado interés y gusto hacia mí; hasta llegué al punto de memorizarme algunas frases.

Recién a la tercera semana de haber vuelto de su viaje un mensaje de Ana Paula saltó en mi bandeja. En la pre-visualización solo se llegaba a leer la última línea: “Lamento no haberte escrito antes. Lo siento mucho”.

¡Ja! ¿Ella lo sentía? Pues lo sentiría más porque yo también sabía hacerme esperar. Pero mi huelga no pasó de las dos horas, luego me volqué sobre la computadora con el corazón que me brincaba de emoción por poder al fin, después de casi cinco semanas, volver a saber de ella:

Estimado Jorge, te habla la mamá de Ana Paula. Debo darte la terrible noticia de que Apu ha muerto. Todos estamos consternados y sin hallar consuelo por la partida de nuestra niña. Ahora mismo te escribo entre lágrimas, solo para decirte que Apu te tenía siempre presente, y que la noche en que ganó el trofeo de primer lugar me pidió desesperadamente que por favor entre a su facebook y que te la pase. ¿Se le ve muy feliz no? Guárdala, fue su última foto.
Lamento no haberte escrito antes. Lo siento mucho.

Supuestamente era su madre quien me hablaba, pero yo veía la misma foto de la chica de labios fruncidos. Pensé que Ana Paula se había inventado esa historia para deshacerse de mí, para no tener que explicarme que había empezado a salir con un chico que conoció en el viaje. Guardaba la esperanza de que su nombre apareciera una vez más en la cabecera de mi bandeja, de leer en mis noticias que Ana Paula Vinatea había actualizado su estado hacía un momento, que había pasado de estar soltera a estar en una relación, pero en su “muro” solo se leía una actualización de estado de hacía casi mes y medio:

“mee voy de viajeeeee!”